Un hombre agobiado y desilusionado, pero muy sencillo y completamente analfabeta, tocó a las puertas de un monasterio, pues tenía el deseo genuino de sanar y de darle un sentido a su vida. Los monjes pensaron que era tan simple, que no tendría la capacidad de entender las escrituras, pero, como lo notaron tan interesado, le dijeron: El templo no tiene capacidad para más alumnos en el momento, pero, si quieres, por comida, barrer nuestro jardín, eres bienvenido. El hombre se dedicó a barrer minuciosamente el jardín todos los días, sin pedir, sin reclamar, sin cobrar. Con el tiempo, los monjes notaron que se veía tranquilo, gozoso y equilibrado. Emanaba tanta paz y luz, que reconocieron que había alcanzado la iluminación. Extrañados le preguntaron si había hecho algún tipo depráctica, rito u oración, que ellos desconocieran. Pero el hombre, humildemente, les dijo: "No, sólo me he dedicado a limpiar el jardín con amor, y al mismo tiempo que barría, pensaba en que lo hacía también en mi interior, y sacaba poco a poco, de mi corazón, el odio, el egoísmo y el resentimiento".
Muchas veces una sencilla acción hecha con conciencia y buena intención, sin pedir o esperar nada a cambio, nos beneficia más que cualquier otra práctica compleja para aumentar nuestro bienestar. Cuando sentimos compasión, cariño, solidaridad, culpa, obligación… cualquiera de estos sentimientos nos impulsa a compartir parte de nuestra energía, tiempo o dinero.
No tienes que realizar grandes acciones y sacrificios para compartir un poco de generosidad con otros. Una pequeña acción, positiva y concreta, dirigida a brindar nuestra ayuda y apoyo, puede ser suficiente para suavizar sus vidas e iluminar la nuestra.
En la medida en que logras alinear tus actos cotidianos con los valores esenciales, adquieres mayor fortaleza y mejoras tu relación con las personas que te rodean. Anímate a compartir un poco más cada día y te sentirás mucho más feliz y saludable. Hay pocas actitudes tan satisfactorias como la de celebrar el éxito, el logro y la felicidad de los demás. Algunos piensan que si los otros son felices, ellos tendrán menos felicidad para disfrutar.
Inclusive los pensamientos de egoísmo y avaricia nos hacen creer que deberíamos cerrar y blindar nuestro círculo de bienestar y prosperidad, para no correr el riesgo de que otros nos quiten lo que con tanto esfuerzo hemos atesorado.
Otros piensan que no disponen de nada para dar, pues sus recursos materiales son limitados. El dinero es lo más fácil de aportar, pero siempre podemos animarnos a brindar alegría, apoyo, cariño, experiencia y conocimiento, permitiéndonos realmente experimentar la sensación de lleno y plenitud que produce dar.
Se ha demostrado que aquellas personas que ayudan o le prestan algún tipo de servicio a otros que se encuentran en una condición o situación de mayor limitación, aumentan y fortalecen la confianza en sí mismos, la autoestima y el aprecio por la vida. A menudo nos ocurre que ayudamos a otros en aquellas áreas en las que estamos más carentes y necesitados. Deja de esperar y comienza a dar, para que sea la vida la que encuentre los instrumentos idóneos para devolvértelo en el momento justo. Siéntete dispuesto y disponible a brindar tu apoyo a través de una palabra, un gesto, un detalle o una acción generosa y desinteresada dirigida a suavizar la vida o el momento de otra persona.
Maneras sencillas de practicar el dar
Dile muchas veces a tus seres queridos que los quieres.
Ponte en el lugar de la otra persona para comprenderle.
Haz un trabajo voluntario y desinteresado.
Enseña a tus hijos, con el ejemplo, a compartir.
Practica el perdón desde el corazón.
Sostén la puerta para que otros pasen.
Quédate unos minutos más en la oficina para
ayudar a un compañero a terminar su trabajo.
Cede el puesto a una persona que lo necesite.
Ofrécete para cuidar o recoger a los hijos de un amigo.
Escucha con atención e interés cuando te hablen.
Sirve como un elemento de reconciliación.
Ayuda a una persona que va cargada con sus paquetes.
Comparte las buenas noticias.
Compra algo de comida para alguien que tenga hambre.
Comparte frases de reconocimiento con quienes prestan un servicio
o hacen un trabajo con excelencia.
Muchas veces una sencilla acción hecha con conciencia y buena intención, sin pedir o esperar nada a cambio, nos beneficia más que cualquier otra práctica compleja para aumentar nuestro bienestar. Cuando sentimos compasión, cariño, solidaridad, culpa, obligación… cualquiera de estos sentimientos nos impulsa a compartir parte de nuestra energía, tiempo o dinero.
No tienes que realizar grandes acciones y sacrificios para compartir un poco de generosidad con otros. Una pequeña acción, positiva y concreta, dirigida a brindar nuestra ayuda y apoyo, puede ser suficiente para suavizar sus vidas e iluminar la nuestra.
En la medida en que logras alinear tus actos cotidianos con los valores esenciales, adquieres mayor fortaleza y mejoras tu relación con las personas que te rodean. Anímate a compartir un poco más cada día y te sentirás mucho más feliz y saludable. Hay pocas actitudes tan satisfactorias como la de celebrar el éxito, el logro y la felicidad de los demás. Algunos piensan que si los otros son felices, ellos tendrán menos felicidad para disfrutar.
Inclusive los pensamientos de egoísmo y avaricia nos hacen creer que deberíamos cerrar y blindar nuestro círculo de bienestar y prosperidad, para no correr el riesgo de que otros nos quiten lo que con tanto esfuerzo hemos atesorado.
Otros piensan que no disponen de nada para dar, pues sus recursos materiales son limitados. El dinero es lo más fácil de aportar, pero siempre podemos animarnos a brindar alegría, apoyo, cariño, experiencia y conocimiento, permitiéndonos realmente experimentar la sensación de lleno y plenitud que produce dar.
Se ha demostrado que aquellas personas que ayudan o le prestan algún tipo de servicio a otros que se encuentran en una condición o situación de mayor limitación, aumentan y fortalecen la confianza en sí mismos, la autoestima y el aprecio por la vida. A menudo nos ocurre que ayudamos a otros en aquellas áreas en las que estamos más carentes y necesitados. Deja de esperar y comienza a dar, para que sea la vida la que encuentre los instrumentos idóneos para devolvértelo en el momento justo. Siéntete dispuesto y disponible a brindar tu apoyo a través de una palabra, un gesto, un detalle o una acción generosa y desinteresada dirigida a suavizar la vida o el momento de otra persona.
Maneras sencillas de practicar el dar
Dile muchas veces a tus seres queridos que los quieres.
Ponte en el lugar de la otra persona para comprenderle.
Haz un trabajo voluntario y desinteresado.
Enseña a tus hijos, con el ejemplo, a compartir.
Practica el perdón desde el corazón.
Sostén la puerta para que otros pasen.
Quédate unos minutos más en la oficina para
ayudar a un compañero a terminar su trabajo.
Cede el puesto a una persona que lo necesite.
Ofrécete para cuidar o recoger a los hijos de un amigo.
Escucha con atención e interés cuando te hablen.
Sirve como un elemento de reconciliación.
Ayuda a una persona que va cargada con sus paquetes.
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o hacen un trabajo con excelencia.
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